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EL MONTAÑISMO ES RESPETO Y PROTECCIÓN

G.M. VETUSTA LA NUEVA ESPAñA Sábado, 12 de Enero del 2019

Aquí puedes leer el texto íntegro del artículo sobre el PRUG del Parque Nacional de Picos de Europa, publicado en La Nueva España de jueves 10 de enero de 2019, escrito por el presidente del G.M. Vetusta Felipe Mota.

Recorte de LNE
Recorte de LNE

EL MONTAÑISMO ES RESPETO Y PROTECCIÓN

En los años ochenta el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, que recientemente ha cumplido sus primeros 100 años, solo alcanzaba el macizo del Cornión. No es hasta el año 1995, hace solo 24 años, que la protección se extendió hacia los otros dos macizos el Central o Urrieles y el Oriental o Ándara.

En esa década de los 80, las administraciones emprendieron planes desarrollistas para estos territorios. Se querían construir teleféricos, accesos rodados e infraestructuras turísticas por el interior de los macizos. Frente a estos planes, el Grupo de Montañeros Vetusta estuvo en el germen de la creación del Colectivo Montañero por la Defensa de los Picos de Europa. El éxito fue rotundo, se abandonaron los planes de explotación turística de nuestras montañas más preciadas y se extendió la protección al conjunto de los tres macizos de Picos de Europa. El Parque Nacional de la Montaña de Covadonga pasó, entonces, a ser Parque Nacional de los Picos de Europa.

Históricamente, la actividad humana en estos territorios, estuvo ligada a la agricultura, ganadería, caza y montañismo, éste último desde mediados del siglo XIX. La agricultura y la ganadería, a pesar del Parque, se siguen manteniendo. La caza, salvo una anomalía la vertiente leonesa, ha desaparecido, al igual que la minería. En su lugar, ha ido creciendo el número de población que liga su medio de vida al turismo y a los servicios.

Entre los visitantes podemos distinguir varios segmentos. El más numeroso, es el del turismo de naturaleza. Éste centra sus visitas en los enclaves Covadonga, los Lagos, Fuente Dé y Cares. De momento, para estos lugares más masificados, con más o menos fortuna y polémica, se han planteado sistemas de ordenación para el paso vehículos. Al respecto, solo cabe decir que su implantación requiere diálogo y consenso, pero sobretodo sensatez para conciliar los intereses conservacionistas y económicos.

Uno de los epicentros de este turismo de naturaleza, es la popular Senda del Cares, por la que en determinados días transitan hasta mil quinientas personas. Cabe recordar que en esta ruta, calificada en las guías turísticas como sencilla, se concentra la accidentalidad de Picos de Europa; solo en el año 2018 se produjeron tres fallecimientos. Estos datos avalan que no resultaría descabellada su regulación, tanto objetiva, como subjetiva. En determinados momentos del año, si por mor de las circunstancias climatológicas se incrementa el riesgo de desprendimientos, nadie se escandalizaría por su cierre puntual. Igualmente, medidas preventivas tan simples como que la guardería impida el paso en Poncebos y Caín a quienes no lleven un equipamiento adecuado básico, que esencialmente consiste en calzado e indumentaria apropiada, bebida y comida, no deberían de agraviar a nadie.

El otro segmento de visitantes es el que va ligado a la práctica deportiva en la alta montaña. Tradicionalmente, en estas partes altas, convivieron pastores y montañeros. Ambos, nunca tuvieron intereses contrapuestos, es más fueron complementarios; de la misma forma que se complementaron el Marqués de Villaviciosa y El Cainejo, en la primera escalada al Urriellu.

Este segmento de visitantes no es masivo, como ocurre con el turismo de naturaleza. Los enormes desniveles, las dificultades de orientación, las temidas nieblas y cambios bruscos de meteorología, realizan su propia selección y limitan el número de visitantes. Además, el colectivo tradicional se ha diversificado, y junto a montañeros y escaladores, conviven corredores de montaña y en las épocas frías esquiadores y escaladores invernales. Al igual que el turismo de naturaleza, una parte importante de estos visitantes, limitan su actividad a los senderos principales, a las cumbres significativas y a las vías de escalada más clásicas. Quiere decir esto, que fuera de estas localizaciones es muy fácil estar en zonas del Parque por donde no pase nadie o muy poca gente a lo largo del año.

Por ello, resulta curioso que se estén planteando limitaciones contra una las señas de identidad tradicionales de Picos de Europa, el montañismo y, precisamente en lugares que solo son visitados por minorías. Quienes transitan por estos lugares, que otros quieren proteger desde sus despachos, son sus primeros proteccionistas ¿Quién va a querer degradar aquello de lo que más disfruta? Si el Parque ha llegado hasta la actualidad con el grado de naturalidad que tiene, es gracias a la callada labor de sus usuarios.

Si hace treinta años los planes administrativos se decantaban hacia el desarrollismo y la explotación turística masiva, con grave perjuicio para la naturalidad de Picos. En la actualidad, por un extraño mecanismo de oscilación pendular, es la misma administración la que opta por planes de ordenación en el otro extremo, el del proteccionismo excesivo, con el cierre de amplias zonas a la tradicional actividad montañera.

No es posible que un PRUG de copia/pega, que no tiene en cuenta estas singularidades de un territorio tan especial, sin parangón con el resto de parques, tenga éxito. Es insostenible proteger nuestros Picos de Europa con un modelo que no repara en sus peculiaridades y que no busca el consenso con sus usuarios, que en definitiva, son precisamente quienes han hecho que el mismo cumpla sus primeros cien años.